Experiencias Personales

Una Vez En La playa
Una  vez  en  la  playa , mi madre y yo estábamos saltando las olas cuando de repente vino una ola gigante...
Yo escapé y mi  madre se quedó allí. Entonces la ola le quitó la  parte de abajo del bañador...

 Mi padre  estaba en la arena con  un amigo y su  mujer  intentaba coger a mi madre pero ella le  decía:
-¡No, no, que se me sacó la parte de abajo¡
Cuando se puso el bañador salió del agua y mi padre empezó a reíse a carcajada limpia...
María  Loira Recuna 5ºB  Ilustrador: Aarón Loira 5º B

Un Día Memorable
Un año, cuando era pequeñita, en las vacaciones de verano aprendí a nadar.
Una tarde como tantas otras, estaba en el agua con los manguitos, ya que nunca tuve flotador. Me pasaba los días en el agua, menos uno, que fue el día en que me quité los manguitos y me metí en el agua.
Al verme, mi madre empezó a gritar:
- ¡Antonio!!! La niña se va a ahogar!!!
Pero yo, sin inmutarme, seguí avanzando.

Mi padre, corría hacia el agua, mientras mi madre, histérica, se mordía un labio. Al final, mi padre le dijo que me encontraba bien y que no me había ahogado sino que ......¡Había nadado yo sola!!!
Ese fue un día felíz para mí, pero para mis padres igual un poco nervioso.
Aldara Fernández Fernández 5º B

¿Nariz  Rota  o  No?                                                                  
Hace  unos  tres  años, cuando  jugaba  al  pilla en el antiguo parque de Las  Palmeras, me pillaron  en  el  puente colgante. Tropecé y me caí  entre dos tablones. Uno  me dió en  la nariz y otro por detrás de  la cabeza. Al  haberme hecho tanto daño caí mal y me tuvieron que poner hielo.

Lo  bueno  fue que pude tomar mi bebida  preferida, porque la pedimos junto con el hielo: Fanta de naranja. Poco después de eso conseguí convencer   a mis padres y a  mi tía Pati de que me llevaran al hospital. Allí tuvimos que esperar porque los médicos estaban cenando. Al  final la nariz no estaba rota pero yo sigo notando un hueco en el luga del golpe. Eduardo  Lores  5º B

 Y... ¡LLegó!
Un día como tantos otros, yo llena de ansias, entré en la cocina y le pregunté a mi abuela:
-Abu ¿Cuándo llega el perrito?
-Mañana. Respondió ella mientras cocinaba una tortilla.
Cuando el perro entró por el portal, en brazos de mi vecina, yo me emocioné tanto que hasta lloré. En su carita lucían unos pequeños ojos marrones y unos bigotitos tan finos como el hilo... Y es que era tan pequeño, que su nombre, Rex, le quedaba un poco mal.
Entonces, yo le llamaba Osito. Lo primero que hizo al llegar, fue acostarse en el plato de comida y... ¡Quedamos sin pienso, en menos que canta un gallo!
Y aún ahora que tiene 2 años lo sigo llamando así, y... ¡Lo seguiré llamando así toda la vida!!!

Sara Mirón Caldas 5º B